‘Monos’, un viaje por la Colombia más salvaje

En el Páramo, Landes acabó reescribiendo el guion: la naturaleza invadiendo la historia y también la huella del hombre, porque quiso incluir la antigua mina de piedra caliza, clausurada en los años 70, que sirve como búnker vivienda a estos jóvenes rebeldes.

SELVÁTICO ANIMAL

Y si la primera parte del filme la pasaron casi por encima de las nubes, para la segunda parte, en la que los personajes empiezan a desbarrar, tenían que bajar a las profundidades: a un cañón selvático. Y, en concreto, rodaron en el Cañón del Samaná, “cerca de Cocorná, en Antioquia, frontera con Caldas”, explica Landes. “Una antigua zona de alto conflicto, así que no iba mucha gente por ahí. Y para filmar allá tuvimos la ayuda de una tropa de mulas, de unos mineros de oro, que hacen minería artesanal en el río, y también del equipo nacional de kayak”.

En esas profundidades, los personajes pierden su contacto con la realidad, la referencia de su lugar en el mundo. Enloquecen. Y la película de hipnótica pasa a extática. “La cordillera andina impresionante que ves al principio entre las nubes, da una idea mucho más clara de dónde estás en el mundo, tu perspectiva, tu escala es muy evidente”, razona Landes. “En cambio, a medida que vas perdiéndote debajo del toldo de la selva vas perdiendo perspectiva y escala. Y eso es lo que le pasa a este grupo, a medida que se van fragmentando también. Y, como el agua, de la montaña a su desembocadura, se mueven sinuosos y “van perdiendo transparencia”.

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